Día irlandés.

Hoy hace un día irlandés, lluvioso y gris. Lo cual se agradece, la verdad, después del calor que hemos pasado (y que seguiremos pasando). Esta mañana me ha llamado la profesora de valenciano para decirme que estaba en un atasco y no podría llegar a tiempo de recogerme. Así que he cogido el coche y me he ido a trabajar. Al salir de Elche ya se notaba la carretera más mojada que por mi casa, donde apenas había llovido. Limpiaparabrisas al nivel 1, el más bajo, para quitarme las gotas de enmedio.

Donde la carretera se queda en un solo carril, los camiones adelantaban por la derecha y se te metían delante. El todoterreno detrás de mí también le ha echado morro y se ha metido por la derecha para adelantarme. Breve lucha entre él y yo, pues no me daba la gana de dejarlo pasar, que hiciera cola como yo y como todo el mundo. Al final, he cedido y lo he dejado pasar, pues no era cuestión de que un gilipollas (como diría Pam) me abollara el coche. La carretera está en obras de ampliación y en esas que salía una pala excavadora. Ya lo que faltaba, con el tráfico que había, que no nos podíamos ni mover y, encima, tener que tragarme una pala a dos por hora, eso sí que no. Ni hablar, Ana, ni hablar. He acelerado, me he pegado al todoterreno y la pala ha tenido que salir detrás de mí, dejando detrás una hilera de coches.

Llego a la entrada de la autovía que, como la gente piensa tanto al construir carreteras en este país, es también la salida y no sé cómo no hay más accidentes, porque es un peligro. Consigo salir más o menos bien (hay veces que, con tanto tráfico, no puedo). Me toca ir detrás de un camión de esos que se habían colado anteriormente por su cara bonita. Caravana: diez por hora, frenar, parar, volver a arrancar... Los dos carriles a tope. De pronto, veo que un poco más allá, hay un coche en el arcén. Pensando que los de la derecha nos tendríamos que pasar a la izquierda y aprovechando un descuido de un conductor de un coche azul, acelero, y me meto en el carril de la izquierda antes de que al del coche azul le dé tiempo a arrancar.

El coche del arcén resulta ser de Canal 9 y había un cámara grabando... cómo un camión grúa fuera de la autovía rescataba una especie de furgoneta accidentada que había salido volando terraplén abajo. Pienso lo morbosa que es la gente grabando esas cosas y, encima, párandose en el arcén a atascar más la carretera. Adelanto varios camiones y un convoy lento que transportaba no sé qué maquinaria y, por fin, el tráfico era más fluido. Llueve cada vez más fuerte, limpiaparabrisas al nivel 2. Dudo si encender también los faros antiniebla (los otros ya los llevaba encendidos) porque cada vez se ponía más oscuro, pero al final no lo hago. Las montañas de Callosa ni se ven, como la montaña invisible de Luciano.

Miranda Warning cantan en el reproductor de CDs de mi coche: "Ven si empieza a llover. Sonreiré si empieza a llover. Sabes que te esperaré. Desde aquí veremos la lluvia caer." Muy apropiado para este momento. Salgo de la autovía. Carretera general otra vez. Limpiaparabrisas al nivel 3, el máximo. Al acercarme a Orihuela las montañas tampoco se ven y mira que son grandes... Rotonda de entrada y dejo el palmeral a la derecha. Los troncos de las palmeras están negros de tanto que ha llovido. Varios badenes y semáforos (es zona de colegios e institutos y la velocidad está controlada por radar) después giro a la izquierda en la calle paralela a la del instituto. No llevo paraguas ni chubasquero, así que, mejor aparcar más cerca. Desde que viví en Irlanda siempre pienso que aquí, total, sólo van a caer cuatro gotas y no me llevo paraguas ni nada, pero ahora llueve como en mis mejores tiempos irlandeses. Acabo aparcando encima de la acera, como todo el mundo, pegada a la valla del instituto y junto a la entrada. Pero, a pesar de todo, me mojo un poco hasta llegar a la puerta del edificio.

Miro el móvil: mi compañera de valenciano me ha mandado otro mensaje diciendo que sigue en el atasco y llegará tarde, que avise. Entro en la sala de profesores, apunto en el libro de guardia que llegará tarde, recojo el tamagochi y subo al Departamento de inglés a por mis libros, los CDs para los listenings y el radiocassette. Hablo un momento con mis compañeras y me voy a "la extensión", el edificio anexo donde están las clases de los bachilleratos y 4º de la ESO. Hablo por el camino con un profesor de valenciano. Llego al aula 27. La primera puerta lleva meses atascada y no se abre, entro por la segunda mientras mis alumnos se quejan: "¡Jo, ya estás aquí, profesora! ¿Por qué vienes tan pronto?" Algunos están muertos de frío y algo mojados envueltos en toallas y les digo: "¿Estamos en la playa y yo sin enterarme? ¿De dónde habéis sacado las toallas?" Me dicen que se las habían traído para Educación física, que están aprendiendo a dar masajes.

Paso lista con el tamagochi y empieza la clase. Gracias a X por inspirarme este post.