Conversaciones.

J. vive a unos 300 metros de mi casa y, como entre nuestros edificios sólo hay casas viejas de planta baja (de momento, hasta que llegue la especulación inmobiliaria, que ya está llegando al barrio) si nos asomamos a la ventana, nos vemos. Ni webcam, ni nada. Esta mañana lo he llamado y nos ha dado la risa al vernos con los móviles cada uno en su ventana mientras la gente que pasaba por la calle nos miraba porque hacíamos gestos de saludo al otro, pero claro, los transeúntes no sabían a quién saludábamos, pensaban que estábamos locos. Es que a mí se me ve más porque vivo en el entresuelo, él vive más alto y, al estar detrás de las casas viejas, como nadie mira para allá, no lo ven.
La abuela de J. ha muerto esta semana y ayer me decía que si habrá algo al otro lado o no, si sólo nos morimos y ya está. Me dijo que a él le gustaría conocer a Frank Sinatra o alguien famoso, en caso de que tras la muerte haya algún sitio donde nos podamos encontrar con los que se fueron antes. Me dijo que la muerte debería ser una celebración de la vida, que le gustaría que su funeral fuera como un carnaval brasileño, con go-gos bailando todas ataviadas con vestidos de esos y música de salsa. Yo le contesté: "¡Qué cosas se te ocurren!"
Pero luego, viendo el vídeo de Shakira que Tanginika tiene en su blog, no sé, me ha dado por pensar que la vida tiene que ser una celebración de la vida y que, por si no nos llevamos nada, que nos quiten lo bailado.

FOTO: Sombras de J. y mía en la playa del Carabassí el 12 de marzo.